El estrés no siempre es negativo
El estrés es una reacción fisiológica del organismo, una respuesta natural de defensa para afrontar una situación que se percibe como amenazante o de demanda incrementada. Este mecanismo necesario para la supervivencia puede convertirse en una patología, bajo determinadas circunstancias frecuentes en ciertos modos de vida, desencadenando problemas graves de salud. La clave está en aprender a extraer su beneficio y evitar los efectos dañinos, identificar y controlar las reacciones al estrés.
La gente que experimenta el estrés beneficioso siente el bombeo. Las catecolaminas y las hormonas son liberadas en pequeñas cantidades y de manera aislada, los vasos sanguíneos aumentan y ayuda al cerebro, a los músculos y a las extremidades a cumplir el reto al que se enfrenta, parecido a los efectos del ejercicio aeróbico. Por el contrario, el cuerpo tiende a responder al estrés dañino con la liberación de elevadas cantidades de la hormona cortisol, que van a ejercer su toxicidad de manera directa e indirecta, la contracción de los vasos sanguíneos, pequeños mareos a medida que la presión sanguínea se eleva, se enfrían las manos y los pies a medida que la sangre corre al núcleo del cuerpo. Las investigaciones muestran que el corazón usualmente late de manera errática, como un sismógrafo durante un terremoto.
Aunque la tolerancia al estrés varía de una persona a otra, cuando se está sometido al estrés dañino de forma continuada, el sistema nervioso siente una tensión continua y se mantiene relativamente activo a fin de continuar liberando hormonas adicionales durante un período de tiempo prolongado. Esto puede agotar las reservas del cuerpo, haciendo que la persona se sienta agotada o abrumada, debilitando el sistema inmunológico del cuerpo y ocasionando otros problemas, aumenta el riesgo a tener insomnio, a padecer enfermedades crónicas y a morir a una edad temprana.
El bueno estrés, el agudo que permite concentrarse mejor cuando se interviene en público, durante una entrevista, cuando se pasa un examen, es positivo y muy poco dañino para la salud. Puede utilizarse para obtener lo mejor de uno mismo y aumentar nuestra productividad. El problema es que cada persona reacciona de manera diferente a un mismo estímulo. Lo que para uno es un acicate que le permite mantener la adrenalina en circulación, para otro puede suponer una presión excesiva.
El investigador Hans Selye, quien puso nombre al estrés, describió el síndrome general de adaptación como un proceso en tres etapas: alarma de reacción, cuando el cuerpo detecta el estímulo externo; adaptación, cuando el cuerpo toma contramedidas defensivas hacia el agresor; y agotamiento, cuando comienzan a agotarse las defensas del cuerpo.
Selye agrupó bajo el término ‘distrés’ las consecuencias negativas para el sujeto sometido a estrés, y bajo el término ‘eustrés’, para las consecuencias positivas para el sujeto estresado. Es decir, hablamos de eustrés cuando la respuesta del sujeto al estrés favorece la adaptación al factor estresante. Por el contrario, si la respuesta del sujeto al estrés no favorece o dificulta la adaptación al factor estresante, hablamos de distrés.
Santiago Rojas en su libro ‘Desestrésate’ habla de los eustresores para referirse a los estímulos favorables que llevan al equilibrio y al bienestar. Y dice de ellos que son una herramienta que permite a la persona desplazar las resistencias que encuentra en su camino. “Pueden ser personales o ambientales, casuales o totalmente buscadas, que refuerzan el bienestar psíquico y físico, así como sus defensas ante los desajustes. También pueden venir de afuera, como apoyo social, profesional, espiritual y demás, para mejorar la adaptación y reducir los efectos desfavorables del distrés”.
Rojas explica que los eustresores están presentes cuando se tiene un punto de vista favorable de lo que se realiza. Y se hace evidente en las personas optimistas, contentas y que irradian bienestar y alegría, porque mantienen sus estímulos favorables activos, como el buen humor, el mirar los hechos de una manera positiva y ver oportunidades valiosas en cada acción de la vida.
El experto indica que es esencial trabajar en los eustresores para facilitar la transformación del distrés en eustrés, desde antes que la tensión aparezca. Por eso desaconseja utilizar técnicas para afrontar el distrés, tales como la respiración, relajación y meditación, que aunque son muy eficaces en el control del distrés, damos por sentado lo inevitable que es el evento distresante, aumentando la percepción negativa del hecho. Rojas explica que “muchas veces, necesitamos solamente un cambio de actitud, pues siempre hay eustrés en cada acción, una persona cualquiera, por ejemplo, puede sentir severo distrés frente a una presentación en público, así que deberá relajarse, aprender a respirar, o incluso orar o meditar para minimizar el efecto distresante que esto le genera”.
Según Rojas, “si fortalecemos en nuestra vida eustresores como los citados anteriormente, y no como respuesta posterior al distrés, podremos resolver de una manera más simple y saludable los eventos demandantes, obteniendo mayor bienestar”. Siempre que haya una adaptación adecuada a lo que se está viviendo y que se experimente con gozo, el resultado será una situación eustresante que se pondrá en contra de la balanza del distrés. Así que no solo hay que combatir el distrés, también hay que desarrollar el cada día. ●