“La remodelación del Castillo de San Felipe ha adecuado los espacios al uso, ha dado un repaso estético y ha mejorado las instalaciones”
José Lorenzo García – arquitecto, redactor del proyecto de rehabilitación del Castillo de San Felipe, de Puerto de la Cruz
El arquitecto José Lorenzo García fue el encargado, hace 20 años, de devolver al Castillo de San Felipe de Puerto de la Cruz su aspecto original, convertido tras una remodelación “salvaje” en los años 60 del siglo XX en restaurante. Ahora ha sido el protagonista de una nueva intervención para “volver a adecuar los espacios al mismo uso, darle un repaso estético y mejorar las instalaciones”. Esta vieja batería de cañones construida en el siglo XVII, se convirtió en espacio cultural en la década de los 90 del siglo XX, y ahora se han mejorado sus instalaciones, colocado aire acondicionado con extracción de humedad, se han construido almacenes y aseos, y se ha dado la posibilidad de acceso a los minusválidos, en un proyecto que ha costado 400.000 euros.
García ha explicado a CANARIAS EDIFICACIÓN los pormenores de esta nueva intervención en el Castillo, un espacio que se ha vuelto a abrir al público el día 11 de junio con la celebración un nuevo acto cultural.
-¿En que han consistido los trabajos?
“En la década de los 60 del siglo XX se produce una remodelación, tan salvaje, que convierte al castillo en un restaurante, de manera que si antes esa edificación tenía una pequeña crujía y una especie de patio almenado, que era donde colocaban los cañones, en aquella remodelación el perímetro almenado se sube dos plantas y se cubre con un forjado. Así queda una volumetría de planta pentagonal y cubierta plana, que para un castillo es una cosa insólita. En realidad era todo mentira”. “Hace 20 años, se me encargó hacer un proyecto de remodelación. Y teniendo en cuenta que el 80% del castillo era mentira, yo me sentí liberado, en el sentido de ir a por todas. Del uso que tenía, el de un restaurante, pasó al de una sala de exposiciones y eventos culturales, como conciertos de cámara, entre otras cosas. Fundamentalmente consistió en restaurar lo restaurable y dotarlo de instalaciones que servirían de soporte para el nuevo uso. Pero después de 20 años, había una serie de cuestiones que estaban muy obsoletas, entre ellas que en su momento no se dotó de aire acondicionado, que las instalaciones de iluminación ya no cumplían con la normativa, no tenía accesibilidad para minusválidos. Además, la plaza de acceso tiene unos sótanos y en ellos se ha debido disponer de una serie de dependencias que no tenía el castillo, como almacenes y aseos. En definitiva, la nueva remodelación ha consistido en volver a adecuar los espacios al mismo uso, darle un repaso estético, y sobre mejorar las instalaciones: se ha colocado aire acondicionado que además tiene un sistema para mantener la humedad constante para conservar las obras de arte; y se ha dado la posibilidad de acceso a los minusválidos”.
-¿Cuáles han sido los trabajos de intervención en el exterior?
“Lo fundamental de la adecuación exterior ha sido dar acceso a la zona de almacenamiento y a los aseos que están bajo la plaza. Como había una especie de foso entre la plaza de acceso y el castillo, que estaba en muy malas condiciones, y hay una especie de recorrido peatonal que lleva hasta Playa Jardín, se ha conectado ese vía peatonal con un elemento de pavimento que enlaza con el acceso a los nuevos almacenes y servicios, además facilita el paso a personas con minusvalías”.
-¿Debió hacer una labor de investigación para comprobar cómo era el edificio originalmente?
“Hace 20 años, cuando hice la remodelación, se hizo un estudio histórico para conocer cuáles eran las partes viejas y cuáles las nuevas. Para este nuevo proyecto, aunque ya se conocían esos datos, se vuelve a hacer un estudio histórico, que refrenda las actuaciones que se acometen”. “Aunque como digo, los elementos originales del castillo se respetaron en la remodelación de hace 20 años y también en la de ahora. Los criterios de restauración hoy en día, avalados por la comisión de patrimonio del Cabildo, intentan que lo viejo se restaure, pero lo nuevo no tiene por qué imitar a lo viejo. Es decir, cuando se entra en un espacio que ha sido rehabilitado se debe poder distinguir lo viejo de lo nuevo. Ese es el criterio que alumbra las obras de restauración en general en todo el mundo y en particular en los que yo hago”.
-En estos últimos 20 años, ¿los agentes climáticos y la cercanía del mar han ayudado a deteriorar el estado del edificio?
“Sí, la cercanía del mar provocó daños en la cubierta del edificio; el uso continuado de las instalaciones ha provocado desperfectos en el pavimento, que se ha debido restaurar; pero también las instalaciones que han quedado obsoletas, dificultaban que se pudieran seguir usando. Por ejemplo, se ha debido cambiar toda la instalación eléctrica porque ya no cubre estándares”.
-¿Es adecuado seguir usándolo como espacio cultural? ¿No cree que un uso tan intensivo podría deteriorar el edificio de manera irreversible?
“No, se supone que la intención al hacer una obra de remodelación es que se conserve el edificio. Un edificio que no se usa, no se conserva. Está claro que los elementos originales que todavía quedan, que son ciertas partes de los muros de piedra, y un entrevigado de madera, que están en las dependencias de acceso y laterales, se conservan y teóricamente se ha hecho todo lo posible para que se sigan conservando, evidentemente”.
-¿Cuál ha sido el motivo del retraso de la obra?
“Es una obra que debería hacerse en ocho meses y ha tardado 21. Las obras de rehabilitación siempre tienen sorpresas y esta no ha sido una excepción. No he trabajado en ningún proyecto de rehabilitación en el que se haya cumplido el plazo, por la propia naturaleza de la obra, por las cuestiones que no se tenían previstas y que era imposible ver hasta que no descubrieran las piedras. Pero en este caso ha habido cuestiones que no se puede pensar en una desviación temporal razonable. Por eso siento alivio, por haberla acabado”.
-Anteriormente trabajó en la rehabilitación de otros edificios como la Casa de la Aduana, de Puerto de la Cruz, o el edificio de las Siervas de María, de Santa Cruz. ¿Se asemejan aquellos trabajos a este?
“El criterio fundamental a la hora de afrontar un proyecto de rehabilitación, bajo mi punto de vista y creo que es generalizado, es el de realizar dos tipos de actuaciones: una, restaurar los elementos originales; y dos, establecer las pautas y los medios para el nuevo uso que se le va a dar, es decir, rehabilitar. La Casa de la Aduana, aunque no tiene que ver nada con el Castillo porque es más cercana en el tiempo, los sistemas constructivos se parecen, es decir piedra, madera, por eso los criterios fueron similares. En el caso del edificio de las Siervas de María, las cuestiones fueron distintas porque la normativa permitía un vaciado completo del edificio, aunque la nueva actuación debiera estar en concordancia con lo que se conservaba. Bajo ese punto de vista los criterios son distintos. Pero como yo soy el arquitecto de los dos, podría pensarse que se trata de un mismo criterio”.
-¿Está trabajando en algún otro proyecto de rehabilitación?
“Desgraciadamente no. Hay poco dinero público para acometer este tipo de cosas, aunque el proyecto del edificio de las Siervas de María fue una iniciativa privada”. ●