Si no fracasas no triunfas

Por Matías Fonte-Padilla
El fracaso está mal visto en este país. Por eso cuando a un emprendedor le empieza a ir el negocio mal, sigue disimulando. Y en lugar de tomar medidas desde el inicio para evitar la caída, lo que hace es esconder cualquier indicio de que el proyecto está fallando. Y para ello es capaz de seguir realizando gastos durante mucho tiempo para los que ya no tiene liquidez financiera. Y esa situación dura hasta que todo estalla, y ya es demasiado tarde para solucionar nada, ya no existe dinero en caja ni para pagar buen asesoramiento que permita minimizar los daños en la caída.
Pero no es culpa del emprendedor, sino de nuestras propias creencias. Y no ocurre sólo en el ámbito profesional, sino también en el personal. Y así, nos pasamos disimulando ser quienes no somos, y presumimos de un nivel de vida que nuestra economía real no nos permite, por lo que nuestro nivel de endeudamiento es enorme. Y confundimos calidad de vida con nivel de vida, y mientras el nivel de vida es muy caro mantenerlo, la calidad de vida no depende tanto del factor económico.
En España no se puede fracasar en un negocio, porque Fracasar es sinónimo de Fracasado. Si bien en otros países el fracaso de un emprendedor supone una experiencia más en su Curriculum vitae, y es valorado positivamente como un paso más en su formación, aquí no existe esa cultura. El problema comienza antes incluso de abrir el negocio. Son tantos los inconvenientes, la burocracia y los gastos de inicio que muchos proyectos fracasan antes incluso de abrir, y eso que pueden ser ideas innovadoras y de mucho futuro. Y si comienza la actividad, las administraciones públicas frenan cualquier intento de éxito, puesto que limitan económicamente al emprendedor, que se ve abocado al cierre de la empresa no por falta de clientes, sino porque es incapaz de cumplir con las obligaciones tributarias.
Pero esto no lo ve el que decide emprender. Se está fomentando que las personas que se han quedado en paro creen su propio negocio. Y cogen toda la prestación de golpe y la invierten en ese proyecto que creen les va a dar por fin la libertad y el éxito a largo plazo. A los pocos meses se dan cuenta que son esclavos de todos a los que tiene que pagar, que por mucho dinero y tiempo que inviertan en el negocio parece no salir adelante, y aunque dejan de lado su vida personal no sirve de nada, su proyecto cada vez tiene más deudas hasta que, tarde y mal, deciden cerrar lo que con tanta ilusión trataron de lograr. Y la pesadilla no acaba aquí, porque las deudas se pagan, y se quedan arruinados por muchos años, lo que le impide volver a emprender en el futuro.
Para evitar lo anterior hay que desarrollar dos habilidades con respecto al fracaso si se quiere ser un buen emprendedor.
La primera es levantarse como si nada, y seguir adelante. Nadie va a preguntar cuántas veces uno ha caído, sino si ha llegado a la meta. Y si triunfa, le envidiarán los mismos que hacían leña de su árbol caído. Así que hay que levantar la cara, no tener vergüenza por haber tocado fondo, sacudirse el polvo, y seguir caminando como si nada.
La segunda habilidad es aprender de cada fracaso. No hay que dejar pasar esta enseñanza. Aunque duela, hay que analizar todo detenidamente, ver porque uno cayó, y si se podría haber evitado. Aprender para que no suceda otra vez. Y ahora que se está abajo, pensar que beneficios se puede sacar de la nueva situación. Hay que recordar que si no se quiere que suceda lo mismo, no hay que hacer siempre lo mismo.
Para triunfar como emprendedor hay que desarrollar la resistencia al fracaso. Pero para ello es importante no estar solo. Contar con un buen asesoramiento antes del inicio del negocio es fundamental, y durante la puesta en marcha del mismo es imprescindible. Durante toda la vida del proyecto necesitará el apoyo de quién sabe y puede orientarle, los asesores fiscales y laborales. Y no hay que olvidar que el emprendedor es una persona con un sueño, pero que nunca tendrá todos los conocimientos y las habilidades necesarias para poder controlar su negocio sin ayuda. ●