¿Los emprendedores son jefes perfectos?

El innovador no es precisamente el tipo de profesional que se dedica a cumplir lo suficiente de forma ramplona ni a rodearse de una corte de súbditos y aduladores. La ‘mentalidad start up’ que impregna las empresas innovadoras hace que sus creadores sean un paradigma de buena gestión. Muchos jefes de empresas tradicionales llegan a cargos para los que no están preparados. Cuando alcanzan ese nivel de incompetencia tienden a parapetarse para que los demás no se den cuenta. Y lo que consiguen es que se extienda la mediocridad por toda la organización.
Los empleados necesitan a jefes que les ayuden a desarrollarse profesionalmente; preocupados no sólo del desempeño de los empleados y de gestionar recursos, sino también de motivar y desarrollar a sus colaboradores; generadores de espacios emocionales en los que la gente puede liberar el talento que tiene. Y esto tiene mucho que ver con la mentalidad start up que surge de las ideas y proyectos de los creadores de empresas. Esto nos lleva a pensar en el emprendedor no sólo como generador de nuevas profesiones e impulsor de nuevos negocios, también como un nuevo tipo de líder y un prototipo de jefe ejemplar.
Los estudios han identificado unos rasgos comunes que definen a los mejores emprendedores-jefes:
-Grandes inspiradores. Facilitan que los empleados desarrollen habilidades y saben desechar lo que no aporta valor. Ellos ayudan a probar nuevos enfoques que puedan aumentar la calidad y la eficiencia de los procesos de producción. De esta forma construyen la confianza de los que le rodean. Esta virtud conlleva la responsabilidad de no culpar nunca a los subordinados ante los fracasos. Muestran siempre una actitud positiva ante los errores, algo fundamental que se expandirá rápidamente en toda la firma.
-Generadores de oportunidades. Confían en que los suyos hagan sus trabajos, otorgándoles la flexibilidad necesaria para que desarrollen sus proyectos. Gestionan a trabajadores del conocimiento, personas preparadas, y por lo tanto, profesionales responsables, a los que hay que dar espacio y responsabilidad. No basta sólo con el control.
-Disciplinados. Los mejores jefes son incansables. Eso es fundamental para que los trabajadores se sientan identificados con esa persona, que es la primera en llegar y la última en irse. Así se inspira excelencia en el trabajo y se logra aumentar el rendimiento de todo el mundo. Además estos líderes se obsesionan con los objetivos marcados. No se dejan llevar por otras cuestiones y todo su trabajo girará en torno a un solo fin. Eso clarifica mucho las tareas dentro de una organización.
-Creador de buenos equipos. Los líderes mantienen la convicción de que sus equipos son buenos, y de esa forma terminarán siéndolo. Si piensan que son mediocres y los tratan como tales, acabarán por ser simplemente ramplones. Procuran rodearse de los mejores para mejorar e ir hacia arriba.
-Buenos trabajadores en equipo. Aunque el negocio sea pequeño, jamás una persona será capaz de llevarlo a buen puerto si está sola. Esta máxima se puede extrapolar a cualquier aventura empresarial. Por eso hay que fomentar el trabajo en equipo. Los grandes patronos deben saber colaborar con el resto y promover que la empresa al completo se identifique con una forma de funcionar que veta el individualismo y promueve las soluciones conjuntas.
-Leales. Relacionado con el apartado anterior, los mejores jefes son los que se preocupan menos por su grandeza personal y trabajan en pos de la empresa. La corporación -el equipo- es lo primero, y está por encima de cualquier otra cuestión de índole individual. Esto implica que los líderes leales deben ser capaces de poner los intereses generales de la corporación por encima de su riqueza patrimonial personal. Y si es necesario realizar aportaciones extraordinarias por el bien del negocio, deben hacerlo. Ese será el mejor ejemplo para el resto.
-Generadores de confianza. Se puede ser un jefe sin vivir en un castillo cerrado a cal y canto. Es decir, los líderes tienen que ser cercanos. Deben tener las puertas de su despacho abiertas para que cualquiera pueda entrar y comentarles sus problemas. En la empresa la comunicación debe ser fluida, transparente, directa y respetuosa. Además, de jefe debe tratar de ser amigo o, cuanto menos, un buen compañero. Esto no quiere decir que tenga que ser uno más. Los empleados nunca podrán olvidar que se trata del jefe. Pero si sus valores, tanto personales como corporativos, están claros se habrá ganado mucho camino en la pugna por conseguir un liderazgo a largo plazo.
-El mejor juez. Siempre se debe evaluar a los trabajadores con la misma medida. Nunca puede haber unos que se crean por encima de los demás por el mero hecho de que el jefe les trata mejor. El jefe debe ser equitativo con todos por igual, también consigo mismo. Y hacer cumplir a todo el mundo el mismo código de conducta que él mismo se aplique.
-Activos. La acción es una de las notas que definen a la mentalidad ‘start up’, por eso, el liderazgo no puede estar basado en no tomar decisiones, en la falta de acción, en la pérdida de control de la situación y en la indefinición. Cuando un jefe no toma decisiones suele ser por miedo o inseguridad. Si el subordinado se da cuenta, el resultado seguramente será malo. El líder emprendedor deberá reducir los problemas a lo realmente importante y tomar decisiones asumiendo las consecuencias de tus ideas. ●