Las reuniones nos atontan

Si su jefe en las reuniones dice más tonterías de lo normal, sus compañeros le responden con estupideces mayores y usted se suma a ese festival del disparate con comentarios igual de bobos, no se preocupe. Un estudio científico americano ha demostrado que es normal. Investigadores del Virginia Tech Carilion Research Institute (VTC) han probado que las personas somos menos inteligentes en grupos que por nuestra propia cuenta. Las reuniones pueden afectar a la capacidad de pensamiento inteligente y creativo de algunas personas que sucumben ante la presión que les provoca la presencia de otros.
El factor miedo hace que las personas se sientan juzgadas o evaluadas. Y eso los hace parecer menos inteligentes. El estudio realizado por el VTC demuestra que “pequeños grupos dinámicos -como es el caso de jurados, negociaciones colectivas e incluso almuerzos de trabajo- pueden alterar la expresión del coeficiente intelectual”.
La idea para ese nuevo estudio partió de una investigación publicada en el año 1999 en la que los investigadores de la Universidad de Emory examinaron las señales del rango social entre los primates. Desde hace tiempo se sabe que los monos, incluso quienes nunca se han visto antes, pueden reordenar rápidamente su posición social dentro del grupo. Los investigadores de Emory aislaron a varios monos y les enseñaron algunas tareas. Encontraron que, en presencia de los miembros de alto nivel del grupo, los monos que habían aprendido las tareas actuaron como si no estuvieran familiarizados con ellas.
El rango social no se entiende bien entre los seres humanos. Así que el nuevo estudio trataba de analizar lo que iba a pasar cuando el rango social se volviera evidente en un grupo de seres humanos, igual que ocurre en la mayoría de los entornos de aprendizaje del mundo real. Quería ver si eso tiene un efecto sobre la expresión de la inteligencia.
EFECTOS
Los investigadores sometieron a un grupo de personas a un test de conocimiento. Luego, separaron a los participantes en dos grupos: quienes tuvieron mayor cantidad de aciertos y respondieron en menos tiempo; y quienes se equivocaron más y se tomaron más tiempo para responder. A ambos grupos les hicieron trabajar en conjunto y, a través de resonancia magnética funcional (fMRI), investigaron cómo reaccionaban sus cerebros. En esta instancia, el grupo de menor cantidad de aciertos presentó una mayor activación de la amígdala, lo que reflejaba una sensación de miedo e inseguridad ante el resto del grupo. Esto está relacionado, dice el estudio, con su bajo desempeño en tareas que ocupan la memoria a corto plazo (que fue lo que realizaron en la primera parte del experimento).
El efecto, señalan los especialistas, se agrava por la percepción de que los otros miembros del grupo tenían mayor estatus por haber pasado exitosamente el test inicial. En estos casos, los exámenes también detectaron una mayor actividad en la corteza cingulada anterior dorsal, área del cerebro relacionada con sentimientos como la envidia y falta de autoestima.
Por otro lado, en el grupo que tuvo mayor cantidad de aciertos, la activación de la amígdala era baja, lo que reflejó la ausencia de miedo al enfrentarse a los otros miembros. Además, mostraron una mayor actividad en el núcleo accumbens bilateral, que tradicionalmente se ha vinculado al aprendizaje y se ha demostrado que responde a las recompensas y al placer. Por eso, no tienen consecuencias negativas sobre las tareas que requieren memoria a corto plazo, como los test de coeficiente intelectual.
Investigadores del Instituto de Tecnología de California (Caltech), que ha hecho estudios similares, aseguran que resulta defectuoso medir la inteligencia de forma aislada sin tener en cuenta la manera de interactuar con el contexto social. Una división entre el procesamiento social y el procesamiento cognitivo en el cerebro es realmente muy artificial. Ambos interactúan profundamente.
A lo largo del siglo XX, el CI se utilizó en diferentes escenarios como una forma de clasificación de las personas en nichos. Se pensaba que es un concepto abstracto de la capacidad cognitiva. Se creía que tenía una fuerte validez predictiva de las capacidades mentales, incluso desde los seis años. Pero el CI siempre se mide en el aislamiento social. Una de las cosas de la que más aprenden los científicos en la neurociencia social es el papel de los contextos sociales y la adaptación social del cerebro. La comprensión del papel que juega el contexto social y su impacto diferencial en el cerebro en última instancia, puede ayudar a los educadores y otros para diseñar entornos de aprendizaje más eficaces.
Los investigadores coinciden en señalar que las empresas deben desarrollar estrategias para obtener el máximo rendimiento del personal que puede ser susceptible a las presiones sociales de grupos pequeños. Las reuniones pueden disgregar la inteligencia y la creatividad, y puede producir un desaprovechamiento de la inteligencia individual por interferencia de estilos personales y emocionales. Aspectos que no aparecen al realizar trabajos de manera individual. Una persona tímida, en esos espacios, no tendrá las mismas ventajas que quien no teme hablar en público. ●