La intuición también puede ser racional

Los científicos comienzan a demostrar que la intuición está relacionada con la racionalidad, y que las decisiones instintivas son muy eficaces. Recientemente el profesor Marius Usher de la Escuela de Ciencias Psicológicas de la Universidad Tel Aviv y su equipo de investigadores publicaron un estudio que demuestra que incluso en el nivel de la intuición, el cerebro realiza una valoración de cada opción, tomando en cuenta las fortalezas y debilidades para tener un cuadro general.
Para entender el proceso de toma de decisiones, Usher diseñó un experimento que ponía a los participantes en un proceso controlado de toma de decisiones. En una pantalla se les mostró secuencias de números en rápidas sucesiones. Todos los números que aparecían en el lado de derecho e izquierdo eran considerados un grupo, y cada grupo representaba resultados del mercado de valores. A los participantes se les pedía que escogieran cuál de los dos grupos de números promediaban más. Debido a que los números cambiaban muy rápido, de dos a cuatro pares por segundo, era imposible para las personas memorizar todos los números o hacer cálculos matemáticos. Para determinar el grupo que promediaba más alto, las personas tuvieron que confiar en su instinto aritmético.
En los resultados de la prueba, se descubrió que la precisión aumentó a medida que más datos eran presentados. Cuando se les mostró seis pares de números, los participantes escogieron acertadamente el 65% de las veces, mientras que cuando se les mostraban 24 pares, su rango de precisión se elevó a un 90%.
Según el profesor Usher, intuitivamente el cerebro humano tiene la capacidad para tomar muchos fragmentos de información y decidir un rango promedio. Y su conclusión fue que “se puede confiar en el instinto para tomar decisiones importantes”.
En el año 2008, Gerd Gigerenzer publicó el libro ‘Decisiones instintivas. La inteligencia del inconsciente’, en el que trató la existencia de reglas generales (o heurísticas) que subyacen a las intuiciones. El autor indaga sobre la inteligencia inconsciente, que sería la que permite a los individuos adaptarse rápida y eficazmente a las más variadas e imprevisibles situaciones del mundo real. Su concepción de los instintos se distingue así de la idea de irracionalidad de Tversky y Kahneman.
Gigerenzer se pregunta en el libro ¿por qué en un concurso de inversiones, las carteras armadas por personas semi-ignorantes en las finanzas logró un desempeño mejor o igual que las carteras de varios expertos financieros? ¿Cómo se explica que las personas tiendan a comprar objetos cuyas marcas se publicitan sin ningún tipo de información sobre el producto? ¿Cómo hace un jugador de béisbol para atrapar una bola en escasos segundos, sin siquiera calcular la trayectoria? El autor contesta a estas cuestiones recurriendo a los tipos de heurísticas, como el del reconocimiento o el de la mirada, reglas generales que las personas utilizamos para elegir inconscientemente entre dos o más opciones.
El autor explica el concepto ‘capacidades evolucionadas’ definiéndolo como el material de construcción de las reglas generales, como el lenguaje y la imitación, que se consideran imprescindibles para resolver problemas adaptativos, pero insuficientes si no se aplica, además, una regla general. En este sentido, Gigerenzer compara el funcionamiento de la mente humana con el hardware de un ordenador para destacar la importancia del contexto en la elección inconsciente de una regla general y, por lo tanto, el éxito o fracaso de una reacción instintiva (racionalidad ecológica).
Su enfoque, consecuentemente, se diferencia también de aquellos que intentan explicar y predecir la conducta humana mediante los rasgos fijos del carácter, como las creencias y los deseos. El denominado enfoque adaptativo se distingue entonces de las teorías de la personalidad, las de la actitud y las cognitivas, ya que estas buscan explicar el comportamiento humano considerando solo los procesos mentales. El entorno en el que se materializa la acción es, pues, para Gigerenzer, imprescindible para explicar tanto el funcionamiento de la mente como para capturar la lógica de las acciones, en particular las instintivas.
Por su parte, Weston Agor se refiere a la intuición como la “capacidad de integrar y utilizar la información almacenada en ambos lados del cerebro”, y nos dice también que “las señales intuitivas se transmiten en forma de sentimientos”.
Burke y Miller sostienen que “la intuición resulta de un proceso mental subconsciente, que se sustenta en la historia anterior del individuo”.
Jagdish Parikh habla de un “acceso a la reserva interna de pericia y experiencia acumulada durante años, y obtención de una respuesta, o de un impulso para hacer algo, o de una alternativa elegida entre varias, todo ello sin ser consciente de cómo se obtiene”.
Frances Vaughan va más lejos: “La intuición nos permite recurrir a la enorme provisión de conocimientos de los que no somos conscientes, incluyendo no sólo todo lo que uno ha experimentado o aprendido intencionada o subliminalmente, sino también la reserva infinita del conocimiento universal, en la que se superan los límites del individuo”. ●