“En la construcción sólo quedan los promotores honestos, que cumplen sus funciones y trabajan duro”

Aníbal González Rodríguez – Aparejador y empresario
La sociedad española ha puesto en la picota al sector de la construcción por ser uno de los culpables de la crisis económica. Pero muchos profesionales de ese sector se rebelan contra esa generalización, argumentando que hay bastantes empresas honestas, que cumplen sus funciones, que trabajan duro y que unas veces ganan más, otras menos, e incluso pierden dinero. Uno de esos expertos es Aníbal González Rodríguez, un aparejador, promotor y constructor, al que la recesión ha obligado a diversificar sus negocios hacia otros ámbitos profesionales, como la publicidad, la asesoría legal y administrativa. González Rodríguez ha hablado de sus nuevos proyectos con CANARIAS EMPRESARIAL.
-¿Siempre ha trabajado por cuenta propia?
“Cuando terminé la carrera de Aparejadores, en el año 1985, trabajé como técnico en un ayuntamiento. Pero tardé cuatro meses en darme cuenta de que lo mío era trabajar por cuenta propia. A partir de ahí dejé el ayuntamiento, y no he vuelto a trabajar por cuenta ajena”.
-Además de trabajar como aparejador, también ha hecho de promotor, de constructor…
“He tenido en cuenta el dicho empresarial “no pongas todos los huevos en la misma cesta”. Siempre he buscado la manera de moverme en diferentes ámbitos. He trabajado con mi familia en el ramo de la promoción de obras, en una empresa que desde los años 60 ha hecho más de 50 edificios en Santa Cruz. Además, trabajé en las constructoras de la familia que se iban creado para cada obra, hasta el año 1997. En esa fecha fundé, con otro compañero aparejador, una empresa constructora que durante 12 años ha realizado unas 50 obras y ha llegado a tener 65 personas en el equipo. Todo eso lo he compaginado con el estudio de arquitectura, haciendo proyectos, no sólo para nosotros, también para otros clientes, porque desde el año 1986 hemos hecho unos 800 trabajos”.
-¿Cómo ha cambiado la construcción en las Islas desde los años 80 hasta antes de la crisis?
“Desde el punto de vista de los proyectos, antes eran más sencillos. Se han complicado la normativa y los trámites que hay que hacer antes de iniciar la obra. Ahora parece que con la ley ‘ómnibus’ se pretende arreglar el enredo burocrático, y volver a la situación de los años 80, cuando los pequeños despachos técnicos de los ayuntamientos gestionaban las licencias de edificación. En cuanto a la construcción y la promoción de obras, con los años se ha mejorado bastante, se ha profesionalizado, tanto el control de costes de las construcciones como la forma de hacer los contratos de venta, los de obra. Todo ha mejorado, hasta que llegó el crack”.
-¿Qué necesita la construcción para que el sector levante cabeza y se sitúe en una posición estable?
“Pasarán muchos años antes de que eso ocurra. Antes se deberá vender el stock de viviendas que ya tienen los bancos y el que les queda por absorber. Hasta que ese problema no se solucione, la financiación de las promociones no será adecuada. Pero la crisis ha eliminado una cantidad importante de promotores ajenos al negocio, que nunca más volverán a verlo como una oportunidad de hacerse ricos rápidamente. Sólo quedan los que ven las promotoras como empresas honestas, que cumplen sus funciones, que trabajan duro y que unas veces ganan más, otras menos, e incluso pierden dinero”.
-¿Qué pasará con las leyes de calificación del terreno, se les quitará el poder que han tenido hasta ahora las administraciones locales?
“Las administraciones locales deben seguir teniendo el poder para calificar los terrenos y hacer las tramitaciones. Porque aquí en las Islas tenemos administraciones superiores, como los cabildos cuyas actuaciones suelen ser nefastas. Como ejemplo está la aparición de las ‘autorizaciones previas’ para los cuartos de aperos, que gestionan los cabildos. Antes de su aparición, se podía conseguir una licencia en tres meses, ahora puede tardar hasta dos años”.
-Su nuevo proyecto empresarial, ¿por qué surge?
“Todo ha sido resultado de la crisis. El ‘crack’ total provocó que el despacho redujera en un 90% su actividad; la contrata se quedó prácticamente a cero, sin personal y sin producción; la promotora ha tenido que parar tres proyectos; y la empresa familiar tiene problemas con su patrimonio en alquiler, por el impago de rentas. Mientras timoneo todos estos problemas, he buscado algo que me ocupe el tiempo. En la primera fase de la crisis pensé que esto se iba a arreglar en dos años. Solo debía adaptar los medios que tenía, eliminar los gastos superfluos y aguantar así. Más tarde me di cuenta que estaba equivocado. Durante muchos años vamos a desenvolvernos en este medio hostil: crisis, falta de financiación, duro trabajo. Por eso he tenido que adaptarme para que mis empresas vivan en ese ambiente agresivo”.
-¿Y cuál es la nueva propuesta?
“Me surgió la idea de ampliar las actividades que hacía -el despacho de arquitectura e ingeniería-, hacia otros ámbitos profesionales, como un despacho de marketing y publicidad, y lo que estamos arrancando ahora, el área jurídica, en todas sus ramas, y el área de asesoría contable y fiscal. Trabajamos como empresas independientes pero a su vez aprovechando las sinergias de cada empresa para conseguir clientes para las otras áreas”.
-En este proyecto son importante las ventas, el trabajo de los agentes comerciales…
“Ya tenemos cuatro vendedores, que son la fuerza principal de la empresa. Ellos pueden vender productos y servicios de cada área de la empresa. Ahora se están centrando en aquellas de las que podemos obtener resultados positivos. Creo que el concepto de empleo por cuenta ajena en una empresa de por vida ha desaparecido, y tenemos que empezar a pensar como los americanos: el empleo se mantiene por la consecución de los objetivos, y eso es lo que estamos intentando conseguir”.
-También le da mucha importancia a las áreas de asesoramiento legal, financiero…
“Creo recordar que en las épocas de auge económico, un 60% de las empresas que se creaban tardaban un año en desaparecer. Posiblemente ahora el porcentaje sea mayor. Pero el germen empresarial no ha desaparecido, y ahí es donde nuestras empresas de asesoría contable y jurídica tiene un gran vivero donde captar clientes, que luego podrían convertirse también en clientes de la empresa de marketing y el estudio de arquitectura e ingeniería”.
-Los emprendedores que están surgiendo en las Islas, ¿cree que tienen propuestas imaginativas?
“La imaginación nunca se ha perdido, además la gente está cada vez mejor preparada. Muchos tienen carreras universitarias, está sin trabajo, y su salida puede ser el autoempleo, la innovación y las nuevas ideas. Ese va a ser el futuro del país. Creo que erróneamente algunos organismos públicos están organizando viveros de empresa al que acuden inversores que buscan sacar beneficios de forma rápida en tres o cuatro años. Y ese es un mal camino. Las empresas son entes que desarrollan su verdadero potencial a largo plazo”.
-¿Cuál debe ser el papel de las administraciones públicas en relación a los empresarios?
“Creo que el principal problema de las administraciones públicas son los políticos, que van desde la izquierda más radical a la derecha extrema. El concepto de servicio al ciudadano ha desaparecido. Las administraciones públicas tienen que: reducir el número de políticos y asesores, y preparar a los funcionarios para que asuman sus competencias; aumentar los controles que se hacen sobre la gestión de los políticos; y hacer totalmente transparente los gastos que se producen. Las administraciones en los últimos años se han llenado la boca con palabras de apoyo a los empresarios. Al final lo único que han hecho son campañas publicitarias grandilocuentes que no se pueden llevar a cabo por falta de presupuesto. Y por otro lado, tanto la hacienda nacional como la regional, no han facilitado a la empresa el pago de los ‘pendientes de impuestos’. Esta miopía ahora la sufren las administraciones controladas por los políticos, quienes no dejan de pedir tiempo. Cómo es que antes no se dieron cuenta que los empresarios también necesitábamos tiempo para pagar esas deudas, que en una situación anormal, de cierre total de las entradas de beneficios, era imposible de acometer”.●